miércoles, 4 de junio de 2008

Entrelazados



Es oscuro y hay música. Bailás poseída con la música fuerte. Cerrás los ojos y te entregás al ritmo. Es tu cuerpo y ya no, vos. Se va con la música, se ve sólo guiado por quién sabe qué energía. Reís y no parás. Los ojos cerrados. Las manos encendidas. Danzás. Te caés y te levantás. Y es infinito. No necesitás aplausos. Los aplausos están dentro tuyo. Siempre los escuchás. En loco diálogo, tu alma aplaude a su cuerpo. Me refriego los ojos, oculto en los arbustos, en lo denso de la nada, y me dedicás una mirada. No lo creo. Aquel espíritu ahora se acerca y me tiende las manos. En un impulso, le tiendo las mías. Y quién nunca conoció el rito, se entrega a la danza religiosa. En pleno frenesí, nos besamos apasionadamente, nos acostmos en la húmeda hierba. Es oscura la noche. Y no pudimos detenernos. No supimos de nada más. No necesitábamos nada más. Allí eramos libres. Me sentía completo y maravillado. Así y como un huracán de tremenda violenica nos fuimos llevando todo por delante.
Ahora, con otros ojos, veo ese huracán perdiéndose en lontano horizonte. Ahora, me doy vuelta y veo la luz de la mañana que ilumina tu rostro. Dormida a mi lado, en cualquier lugar del mundo, tal vez tengas un lindo sueño que también me incluya a mí.
Mayo de 2008.

No hay comentarios: