Entonces, todo estaba escrito. O estoy llegando tarde a algunos lugares. Esos libros juveniles con varios finales optativos. Nunca fui un lector que aceptara sus reglas. Siempre me desesperó desconocer los otros finales. Elegir el final trágico. Siempre opté por el camino más largo. Lo más atractivo después de todo siempre era el camino de páginas. Evitar la última página. Prolongar el suspenso, la intriga. Supongo que esas son las ganas de vivir que me admiras. Nunca me gustaron los finales, ni las despedidas. Esos esfuerzos por trascender los minutos. Por evitar las telarañas y los vidrios rotos. ¿Qué queda de una casa cuando se la abandona? ¿Y los andamios? ¿Qué metáforas encierran esos andamios ahí? ¿Por qué los andamios no hablan? ¿Por qué alguien le pondría Andamio a un teatro? ¿Por qué pareciera que hablo siempre de lo mismo?
Colonia - Montevideo, febrero 2008.
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