No sé aún cuánto queda de la infancia perdida. El tiempo, hoy mi enemigo, más sabio que yo, superior en fuerza a mí, el tiempo, nos arrebata de una tierra de gigantes y chocolatadas calientes y dulces. Bicicletas pesadas. Pelotas colgadas. Dibujitos animados en blanco y negro. Rompecabezas inconclusos. Nos aleja. En un buque pirata fantasma hacia lugares desconocidos e inhóspitos, donde no hay gigantes. Una tierra donde todo está por hacer a la vez que todo está hecho. Perdido en esa tierra yerma, escribo y tomo fotos. Para atenuar el dolor, para exorcisar monstruos sueltos. Dicen que hay otra tierra. Dicen que el genovés volvió. Loco pero volvió. Yo todavía no salgo.
Si lees esto es porque la botella no se rompió y el mar, no sé si tan sabio como el tiempo, te acercó mi mensaje.
Me he inventado mis propias brújulas para guiarme. No suelen durar mucho, parecen ser descartables. Debería aprender a leer las estrellas. Creo que el tiempo las lee.
No importa. Nada.
De ellos no puedo hablar. Aún.
Floresta, Abril de 2008.
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