Una piedra obstaculiza el camino a casa, donde la luz anterior a los instantes aún brilla. Alta como un volcán se alza tapando la visión y espantando a los cautos viajeros. El héroe se retira del frente de batalla. Vuelve a su hogar por un camino hecho de piedras vetustas. El trecho es arduo. En la espesura entre lo dicho y lo hecho aparecen las horribles animañas. Durmiendo siempre con un ojo abierto, tiene en su conciencia a su único centinela. Cada noche vigila a las estrellas, las cuenta, revisa que estén todas en su sitio. Al amanecer, saluda al sol y besa sus amuletos sagrados. Come lo imprescindible como para poder subsistir las horas de caminata y lo necesario para no demorarse. Mientras sus pies andan, su mente viaja en laberintos mentales. Así, hasta que un sordo golpe en su pecho lo despierta del ensueño. Voltea a su alrededor. El paisaje cambió. Está rodeado de seres como él, cada uno abstraído en sí mismo. Bendice al ángel que lo sacudió, dándole una segunda oportunidad.
Floresta, Abril de 2008.
No hay comentarios:
Publicar un comentario